DOCUMENTAL: CRÍTICAS
Por Griselda Martínez
Del amplio abanico del cine documental, el que refiere a hechos históricos y su relación con el presente puede ofrecer uno o varios sentidos de identidad, a la sociedad en que se inscribe. Es el caso de Querida Mara, cartas de un viaje por la Patagonia, de Carlos Echeverría. Aunque no es su obra más reciente (es de 2008) merece hoy, y todas las veces posibles, un repaso.
“Un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotografías”, afirma el cineasta chileno Patricio Guzmán. En este sentido, se podría decir que la obra de Echeverría aporta páginas imprescindibles al álbum de la memoria identitaria de nuestro país. Cuarentena: Exilio y regreso (1984), Juan, como si nada hubiese sucedido (1987); Los chicos y la calle (2001), Pacto de silencio (2006), Chubut, Libertad y Tierra (2019) son algunas de sus películas documentales que cumplen esta premisa.
Un álbum de fotos puede abrirse en cualquier página. Aunque pretenda un orden cronológico, el observador puede detenerse, ir y venir por las imágenes y de esa forma reconstruir, descubrir, completar historias. Algo similar sucede, casi siempre, con el cine documental, su fecha de estreno pierde relevancia cuando el contenido es capaz de alumbrar, cuestionar, conmover cada vez que a él se acude. Eso exactamente sucede con el documental que nos ocupa, del que Echeverría también es guionista, camarógrafo y director de fotografía.
Como su título lo indica, se trata de un viaje por la Patagonia; pero la palabra viaje y lo que pueda sugerir al espectador entrará muy rápidamente en cuestión ya que el viaje como tal es el trayecto que realiza un grupo de trabajadores de las llamadas “comparsas de esquila” (triste paradoja, pues nada tienen de color y alegría). En este caso viajan por las provincias del sur, productoras de ovinos, durante una temporada de siete meses.
En esta suerte de road movie; el narrador, cuyo relato sirve de hilo al argumento de la obra, se avanza desde una voz en off, a las cartas a Mara.
Entre los trabajadores se verá más de cerca a Fidel Reuque Curá, patagónico, mapuche; y a José Luis, venido de Corrientes como varios de sus compañeros. Aquí podría comenzar el juego de yuxtaposiciones: el local / el foráneo -“aquí no pertenecemos; encontrarse con otros provincianos genera pertenencia”, dice José- junto con otras dicotomías: desesperación / especulación; sometimiento / resistencia; ellos / nosotros; estancia / barracas, y otras tantas. El viaje será también el viaje al pasado desde las huellas y evidencias del presente.
Echeverría, revisando la historia, pondrá en tensión otros conceptos: conquista / avasallamiento; civilización / barbarie; desierto / pueblos preexistentes. A partir de esa revisión es imposible continuar viendo el documental sin vincular los hechos del presente con ese pasado.
Un ejemplo es el silencio y la sumisión de los trabajadores mapuches (de lo que incluso se asombran los correntinos). Otro ejemplo en una escena: El contratista ofrece una caja de vino al padre de uno de los trabajadores. Lleva en la camioneta un pack de varios litros: alcohol como moneda de cambio por sometimiento, humillación y silencio; ayer y hoy.
Pero en la misma escena también destaca la ternura. Aunque a lo largo del film hay muy pocas emociones felices; esta es una de esas pocas. El padre besa, con dos besos, al hijo que se va. Y en otro momento, en esa línea, es posible distinguir alegría cuando los trabajadores se toman fotos, sonrientes y juegan como niños.
Otra, aún más conmovedora, ellos frente al mar. Un mar helado, violento, agresivo; aún así la maravilla es evidente. ¿Qué pensará José? ¿Recordará los ríos de su provincia? Las crecidas, el agua mala, como la vida, como este mar.
La banda sonora que acompaña, está centrada en el silencio, sobre la inmensidad indescriptible de la Patagonia. Se destacan los sonidos del ambiente, de la naturaleza y del trabajo, escasas voces. Uno esperaría quizás las resonancias de un chamamé, pero no. Corrientes está lejos, el corazón y la música quedaron allá. Solo en unos tramos de ruta y de sol y en el final, hay música melódica y Bach. Será porque es un lenguaje universal y acompaña con delicadeza la emoción de Mara, que recibe estas cartas y de los espectadores, por supuesto.
Querida Mara, cartas de un viaje por la Patagonia es una foto dolorosa del álbum de nuestra historia, resultado de la violencia organizada y del diseño de un país para unos a costa de los otros. En esta película algunos de esos otros tienen nombre, rostro, determinación, son protagonistas, tienen voz, lugar y un final abierto en el que quizás haya lugar para la esperanza. Al cerrar el álbum, queda decir: querido Carlos, gracias por esto, gracias por las historias.