Arte y periodismo en épocas coléricas: el compromiso y la inspiración de Cristian Aliaga
por el profesor Andrés Dimitriu
La prolífica creación literaria de Cristian es inseparable de su trabajo como editor y periodista, tarea que desarrolló con integridad, capacidad de negociar espacios y mucha intuición política, condiciones que reunía generosamente, además –esencial- de un firme arraigo territorial, patagónico en su caso. Corrijo: reúne, porque lega su ejemplo y conformó un equipo de colaboradores (ver, por ejemplo, la clara línea editorial de su extraordinaria publicación digital y en papel, El Extremo Sur -EES, en https://www.elextremosur.com/institucional/quienes-somos/).
El periodismo comprometido fue siempre, a diferencia de los cronistas contratados por casas reales, RRPP de corporaciones o medios dispuestos a festejar la concentración de riqueza material, una actividad riesgosa, forzada a batallar de una u otra manera con el poder. Y viceversa, claro, porque el poder ve, escucha, aprende y luego se apropia de consignas, satura (que es una forma de desinformar) o persigue. Nada nuevo, pero se agregan sutilezas.
Aunque egresado en 1984, es posible que Cristian haya escuchado a Jacobo Timerman en la Facultad en Roca (creo que en 1986) cuando éste, explicando cómo hizo para sortear la censura o la clausura del diario “La Opinión” durante la dictadura, la del 76-83, sostuvo que su esquema era publicar artículos más o menos de izquierda en la sección cultural, de centro en la de política y de derecha, o conservadora, en la de economía, que es donde los inquisidores buscaban obsesivamente la crítica, porque negocios son negocios. Los de la revista “Humor” supieron aprovechar mejor aún esa dimensión, el humor, porque no cabe en la “seriedad” y objetivos de los “cambios de régimen” neo-coloniales y, lo peor de todo, es que tampoco sabrían cómo responder con la misma moneda, porque un pueblo que ridiculiza a cualquier poder ilegítimo es sabio, mientras que un gobernante que se ríe de su pueblo es un idiota que, salvo que le alcance con la risa forzada de sus dependientes, no logra que nadie festeje sus chistes. Igual sigue habiendo muchos de esa especie.
Don Arturo Illia nos decía, en Bariloche en 1981, que todos los golpes de estado en la Argentina (agrego: y no sólo aquí) tuvieron olor a petróleo…agreguemos: minería, agronegocios, pesca, lo que fuera. Los de FORJA, con Scalabrini Ortiz y Jauretche, entre otros, habían avanzado mucho explicando la relación entre estructuras como los ferrocarriles, los puertos, el comercio subordinado, la prensa o la vida cultural y política lo más alejada posible del pueblo en ese sentido. Hace casi un siglo atrás. Pero todo se puso más complicado y no hay extractivismo sin distractivismo, a escala mundial y a ritmo exponencial. El “distractivismo”, o colonización mental, es una flexible estrategia de poder que incluye toda forma de entretenimiento urbano (o alienación) imaginable, desde la ignorancia planificada, la endogamia política (creer en la singularidad de circunstancias, geografías solitarias o ideas políticas), la publicitaria obsesión con los síntomas para escaparle a la complejidad de las causas (narcotráfico, por ejemplo), la construcción de conflictos, incluyendo guerras, la fragmentación de tareas y saberes (para evitar la visión de conjunto, entre otras consecuencias), el necrotizante apego a las “breaking news”, los “likes” y una amplia gama de mecanismos de cooptación directa o indirecta, gubernamentales y/o privados, que suele ser lo mismo.
Cristian Aliaga no solo vivió en carne propia y aprendió de esas transformaciones en los últimos 40 años, sino que fue desarrollando maneras creativas de enfrentar interior y públicamente las siempre renovadas estrategias del poder a través del arte, búsqueda incesante, la intuición, la edición casi casera de su obra literaria, la militancia asamblearia contra el saqueo minero en Chubut, donde con cierta frecuencia nos encontramos directa o virtualmente, la solidaria conexión con la cosmovisión mapuche-tehuelche y una creciente conciencia territorial, vale decir: no sólo física sino integral. Su legado incluye la obra literaria, que debería ser editada completa, y la tan relevante experiencia de “El Extremo Sur”, que tiene el rico archivo abierto y sigue su curso con el equipo que lo acompañó.
Andrés Dimitriu
Docente e investigador jubilado
FADECS/UNComa