BASTA DE SILENCIAR MI PASADO DE CARLOS ALBERTO VARELA

Carlos Alberto Varela se tuvo que guardar la medalla de preso político porque debía salir a trabajar. La actividad partidaria le pasa lejos y, sin embargo, quienes conocen su historia «brutal y directa», le expresan los respetos, aún cuando sean personas de diferente pensamiento político.

Tiene cuatro hijos (Facundo Martín, Leopoldo Emanuel, Carla Anabel y Noelí Yanel), y tres nietos (Agustina, Benjamín “pajarito” y Venicio). En parte, por ellos dijo «basta para mí». Sostiene entre sus manos el recién editado «Basta de silenciar mi pasado. Testimonio de un sobreviviente a la represión del Estado, 1976» (Publifadecs, 2017), como una forma de revindicar la palabra, luego de años de no opinar de nada.

De aquí para allá
El perjuicio laboral se resume en el daño económico, y el no poder hablar con sus compañeros por miedo a que lo despidan del trabajo. Con una familia formada en los años ’80 y la llegada de los niños «a los que hay que alimentar», su techo laboral era muy bajo. Era la salida de la dictadura y el comienzo de la democracia, el momento en que pudo entrar en Molinos Río de la Plata, pero los «antecedentes» no lo favorecieron.

Para trabajar de changarín en el puerto tenían que tramitar el pase en Prefectura, y al solicitar los antecedentes en La Plata era sistemáticamente rechazado. Por ello, los trabajos que conseguía eran siempre sin registrar. Para lograr su objetivo de alcanzar independencia se requería un respaldo económico que no tenía.

Fue en el Puerto de Ingeniero White en donde un abogado le explicó que lo de él era una infracción a la Ley 20.840 (Seguridad Nacional Subversión económica y otras, sancionada el 28 de septiembre de 1974. Abrogada por el artículo 1 de la Ley 25602 – BO 20/6/2002), que era un problema de ideología por “presuntas actividades subversivas”. Esa marca la llevó hasta alrededor de 1986.

Iba entonces a pequeñas distribuidoras en busca de ser aceptado en algún empleo. Allí tuvo mejor suerte y pudo desempeñarse como viajante de comercio mayorista, minorista, y de consumo masivo. A los 40 años decidió cambiar de rubro y dedicarse a la venta de libros.

Esa necesidad de hablar
Algo interior lo movilizó a «ir declarar a la Fiscalía de Bahía Blanca para que los que lo apresaron estuvieran en el banquillo de acusados. Aquella fue la primera vez que habló de la A hasta la Z, habían pasado muchos años». Durante tres horas hablo y lloró, y allí comprendió que necesitaba asistencia psicológica… aún hoy se quiebra al hablar.

En 2012 asistió en Bahía Blanca a la lectura de la sentencia a los genocidas, «ahí me di cuenta y dije basta. Y dije: nunca más, por mis hijos, por mis nietos. Nunca más me callo, ni dejo de opinar.

«Me estalló la cabeza, la tapa de la olla estaba al borde de reventar». En 2013 su analista lo animó a escribir sobre el pasado. Tal vez fue ese impulso el que lo llevó a contar su historia.

Abrir el corazón
La etapa de la escritura duro dos años. Había cosas que no quería comentar y otras las relata de manera muy breve. El primer borrador de unas quince páginas se lo dio a una conocida, quien le expresó que era conmovedor y lo puso en contacto con la profesora Cecilia Boggio.

Al entrar al taller «Leyendo a…» lo hicieron sentar y Carlos dijo que «necesitaba ayuda… era una mezcla terrible…». Le adelantó el borrador de su escrito para saber si era publicable. A los pocos días, Boggio lo llamó para decirle que «se tenía que publicar, debía terminar en un libro, en una crónica. Animate y explayate, abrí tu corazón y abrí tu cabeza y vas a poder hacerlo».

Para Carlos fue una marca profunda, debía soltarse y dejar fluir los recuerdos. Ya en su casa se puso a pensar en cómo lo contaría, era mucho lo que quería decir pero quería centrarse en lo importante.

Un testimonio para clarificarse
Es una historia que tiene que ser conocida por los adolescentes y de ahí en adelante, porque están ávidos de información y a la mayoría nadie se la brinda. «Sin embargo, pese a que, como dijo Hipólito Solari Irigoyen en el juicio en 1985 «fue un descenso a los infiernos», sintió que debía contar su historia sin caer en la victimización».

Al terminar la redacción y darle la forma definitiva, le entregó una copia a Cecilia Boggio. A los tres días lo llamó y le dijo que «no había parado de llorar». Ese primer comentario de la obra «lo superó, fue una mezcla de emociones. Entender mi propio relato me generó un proceso interior, una nueva forma de aclarar un poco más las cosas».

Con su testimonio lo que quiere dejar en claro es que no tiene banderías políticas, el libro no tiene hojas amarillas, no tiene sangre, no tiene odio… Esa una fuente de información útil para los profesores de secundario, la que entrega en sus visitas a los cursos a los que es invitado.

La liberación
«En todo este tiempo he madurado. El relato me sirvió, me liberó, y me conmoví al escuchar que otros se emocionaban al leerlo». De la página 90, un fragmento:

…Un reloj empotrado arriba de esa puerta marcaba las 13:40.

Era un domingo hermoso. Tanto sol me encandilaba. Caminé hasta llegar a esa garita. Parecía que no llegaba nunca. Ya empezaba a ver la ciudad, las calles, la gente, los autos. Contenía esas ganas de gritar: «¡Estoy libre, carajo! ¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo!».

Habían pasado 576 días.
«Me habían dado la libertad, y todo era demasiado lento, miré el reloj y eran las 13:40. Desde ese día, todos los años festejo el Domingo de Pascua con un vino tinto, y bailo solo o con mi pareja… Es un agradecimiento a Dios».

Hoy puede expresar que un viento cálido lo abraza, es un abrazo de la vida, de gente que ha leído el libro. Algo aún no definido con palabras, no lo miran ni abrazan con lástima, admiración tampoco es, es emoción, en la misma gente está encontrando esa respuesta.

El libro «Basta de Silenciar mi pasado. Testimonio de un sobreviviente a la represión del Estado, 1976» de Alberto Varela se presentará este miércoles 4 de Abril a las 18 hs en el aula 35 de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales – UNCo. El encuentro será en el marco del programa «Derechos Humanos, Juventud y Memoria».

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