La profesora Ana Eugenia Zinkgraf, no nació en General Roca (su familia paterna es de Buenos Aires), aunque vive aquí desde hace más de 25 años. Su trayectoria docente la trae de sus padres, «creo que ha sido la semilla que prosperó para que estuviera en donde estoy ahora». Estaba a punto de recibirse cuando, esa semillita que ya estaba latente, despertó y empezó ad honórem a participar en la cátedra Derecho Civil II. Era una «cátedra de lujo» con Carolina Pandolfi, Mercedes Rezabal y Rolando Bonachi, en la que actualmente está y por la que siente pasión.
Fue a principios de 1997, año en el que se graduó, entonces «me faltaban pocas materias y yo cumplía una cuasi ayudantía alumno». Por contacto con el que fue decano y continúa como profesor, Sergio Barotto (actual juez del Superior Tribunal de Justicia) quien le preguntó si le interesaba la docencia. «Fue una de esas preguntas que disparan un montón de cosas y que tienen que ver con la esencia de uno».
Los comienzos fueron «de a poquito, ad honórem, hasta que salió el cargo interino, me presenté y quedé. Después estuve mucho tiempo interina. En 2002 o 2003 salió un cargo para regular y ahí quedo. Pero, al poco tiempo renuncia Carolina Pandolfi, que era quien estaba a cargo de la cátedra. En ese momento, me hice cargo de la materia durante un montón de tiempo».
Ana llegó a una cátedra «desintegrada» siendo ella muy joven, aunque con mucho entusiasmo, sintiendo que le faltaban referentes, no tanto por una cuestión de edad pero sí con la trayectoria y la experiencia adecuadas. Se considera afortunada por haber podido aprender mucho de Carolina Pandolfi, gracias a lo cual quedó en el cargo, no obstante recién a principios de 2014 regularizó su situación como docente.
Está encantada con «la facultad y la docencia», los siente como un incentivo que le traen mayor nivel de compromiso y de exigencia consigo misma. Le ronda aquello de las asignaturas pendientes, a lo que se agrega la cuestión de la autoexigencia, por la que «uno se fija en lo que falta y no en lo que tiene».
En la cátedra Derecho Civil II tiene compañeros de trabajo «muy dispuestos», ellos son Estrella Sánchez (abogada de Neuquén), José María Iturburu (alumno recibido en la FADACES), Micaela Mantegna (ex alumna de la FADECS y con un cargo en el Juzgado Federal), Gastón Martín (ex alumno de la FADECS con un cargo en la justicia penal), y ahora contamos con ayudantes ad honórem, entre ellas María Eugenia Mañueco, que al principio estaba como ad honórem y ahora regularizó, María Celeste Clavero, Milva Minella Vesprini y Cintia Mabel Veuthey.
Por otro lado, esta en el Seminario de Daños, que de alguna manera «depende de Civil II»; desde hace un año es ayudante en el Seminario I Derecho Privado (Derecho de Daños); y, desde 1997, tiene una materia en el Traductorado de Inglés, que «aúna cuatro civiles nuestros. Ahí el desafío es, además de que el Derecho Civil también me encanta y en donde veo mucho de lo que vemos en Derecho Civil II (Obligaciones), poder adaptar el contenido a alumnos de Traductorado, porque es completamente diverso el objeto de estudio».
El curso más numerosos es el de Derecho Civil II (Obligaciones), en segundo año de Derecho, en el que rondan los 350 alumnos y que le demanda esfuerzo y la pone a prueba. «El desafío pasa, primero, porque los chicos aprendan, me gusta transmitir el conocimiento y la pasión que me genera esto. Lo que pasa es que, a veces, uno entra en crisis con la profesión; además, ejerzo la profesión liberal. Y uno se encuentra con un montón de obstáculos y con un sistema que no brinda la respuesta que uno querría dar al justiciable. Ahí entré en una crisis personal aunque, gracias a la docencia, pude paliar la crisis que tuve con la profesión».
A veces, Ana siente que el sistema no sirve, que no puede dar la mejor solución, que el cliente tiene un problema y que «la abogacía, que es una vocación de servicio, que es resolver un problema, con cuestiones técnicas, a una persona. A veces no podes dar la respuesta en el tiempo adecuado y eso, si uno quiere hacer las cosas bien y dar respuesta, trae problemas…». Con todo, cuando esta frente a los alumnos se los explica con la pasión que se le conoce, «que el derecho sirve», y que es necesario cambiar a veces el sistema, que también está en ellos modificar esto.
Mantiene un intercambio de opiniones muy rico con su ayudante Estrella Sánchez, que tiene algunos años más que Ana, quien le dice que «nosotros -los docentes- tenemos que cambiar la cabeza de los chicos, nosotros somos los que tenemos que dejar la semilla en los chicos para que esto cambie». Ana está de acuerdo, aunque piensa que, siendo una materia tan teórica y de segundo año, no pueden ir con tantas semillas si no ven primero la teoría. «Esa visión me viene muy bien para dar, por un lado lo teórico, y, por otro lado y sistemáticamente, intentar mostrarles diversas herramientas como para cambiar el sistema».
Como toda docente, sus preocupaciones por el alcance de los objetivos y, sobre todo, la comprensión de la teoría que se trata de enseñar, está a la cabeza de sus inquietudes. «He ido mejorando el feedback y la llegada a través de los años. Es muy difícil pararse en frente de la clase e intentar transmitir, porque a veces las cosas no salen como uno quiere. Igual, habría que preguntarle a los chicos que opinión tienen de la materia (se ríe). Es una cátedra muy larga, no digo inabordable porque lo tienen que hacer y no queda otra alternativa. Pero tenemos que estudiar de distintos libros, nos cuesta mucho estudiar por un único libro de texto. Tenemos además está cuestión de toda la responsabilidad de Daños, que está avanzando día a día, y, entonces, tenemos que ir incorporando contenidos cada año. Lo hago confiando que esto les queda, que les sirve».
Pese a su juventud, le ha pasado con unos pocos casos en los que percibe que «hay una especie de respeto en los alumnos, por el cual no se abren ni dicen lo que tal vez querrían decir. Me encuentro con muchos ex alumnos en Tribunales y son muy afectuosos. Y es lo que digo en la clases, que espero que en algún lado de la cabeza algo quede y que el día mañana puedan decir ‘te acordás lo que vimos aquella clase’; bueno, para esto era, que es en realidad el ‘para que’ uno lo hace».