Rosita, simplemente Rosita e inmediatamente la asociación de imagen: petisa morocha, sonriente al lado del teléfono; su tarea de siempre. Pasar a su lado, además del saludo cotidiano, requería de una parada privilegiada, una corta charla, un comentario y siempre acompañada de esa risa sonora que la caracterizaba. Atenta a servir un café. Un té un mate para mitigar las largas reuniones no solo del Consejo sino de los docentes de departamento o de investigación.
Así fuiste Rosita, incansable trabajadora, una gran madre guiando a tus hijos y un lindo y querible ser humano; por eso sin duda hoy estás en ese lugar donde no hay dolor, donde solo reina la luz y la paz.
Un fuerte abrazo para su familia y especialmente a l@s compañer@s de la Facu.
Dinorah Fait Villalobos, Docente jubilada