Una investigación de Silvia Mellado
Silvia Mellado, (Doctora en Letras 2013), es docente investigadora de la UNComahue en el Departamento de Letras de la Facultad de Humanidades. La morada incómoda Estudios sobre poesía mapuche Elicura Chihauliaf y Liliana Ancalao (PubliFadecs, 2014) es su primer libro de estudios críticos. Está dividido en dos secciones de análisis, la poesía de Elicura Chihauilaf, poeta mapuche del sur de Chile, y un estudio de poemas de Liliana Ancalao, poeta mapuche del sur argentino. El texto que aborda la poesía de Ancalao es parte de su tesis doctoral, en el que indaga la literatura escrita en la Patagonia argentina; mientras que en el poemario de Elicura Chihuailaf, vuelca sus últimas investigaciones centradas en la escritura del sur chileno. Mellado es, además, poeta y, como tal, publicó los libros de poemas Celuloide (Edulp, 2005), Acetato (Educo, 2009) y moneda nacional, poemas impresos sobre papeles de perfil del petróleo (edición de la autora, 2012). A propósito de la reciente edición de su obra, bajo el sello de la FADECS, dialogamos con Silvia Mellado para conocer más sobre la literatura del sur del continente.
Pregunta. ¿Qué tipo de análisis realiza sobre estos dos poetas?
Respuesta. En principio es un análisis interpretativo de una selección de los poemas de ambos autores y, obviamente, surge la comparación. No con el afán de separar esas dos escrituras porque, si bien cada uno escribe desde un sur distinto, no son tan distintos esos sures, y menos cuando hablamos de poesía mapuche. Hablo de mapuche en tanto un territorio que sobrepasa esa frontera o límite al que nosotros estamos acostumbrados, o internalizamos quizás sin criticarlo; que es esta cordillera de los Andes que creemos una muralla y en realidad tiene muchos boquetes, como lo afirman los historiadores como Susana Bandieri o José Bengoa.
P. Y allí ¿encontraste puntos en común entre ambos?.
R. Sí, hay muchos puntos en común. La opción por la lengua, por ejemplo, ambos poetas escriben en castellano y en mapuchezungun. Elicura Chihauilaf lo hace desde una concepción de la oralitura, escribir al lado de la oralidad de sus mayores o su comunidad. Una lengua que aprendió de chico y que habla. En el caso de Liliana Ancalao la opción por el mapuchezungun surge a una edad más adulta, recupera esa lengua borrada de los padres, borrada sobre todo por la escuela. Si bien hay una opción por el mapuchezungun, los caminos son distintos, aunque el primer punto de contacto es esta opción por la lengua.
P. En estos caminos distintos ¿en cuánto influye la trayectoria histórica que involucra a la lengua como producto?
R. En principio hablamos de la lengua oral, cuyo pase a la escritura genera un montón de debates al interior de los hablantes mapuche. Es decir, optar por tal o cual alfabeto, por las opciones para pasar a la escritura un lenguaje eminentemente oral y gestual. Hay diversos caminos que los poetas mapuche están transitando, y a la vez están pensando opciones estéticas, poéticas, desde su lugar. Eso es lo interesante, en la medida que es algo que no viene de afuera sino de la misma comunidad, de los propios escritores; de los propios poetas surge la necesidad de escribirlo, así como decidir el cómo, el cuándo, el para qué, el por qué.
P. ¿Son dos poetas contemporáneos, verdad?
R. Sí, son dos poetas contemporáneos. Elicura Chihauilaf es un poeta muy importante del sur chileno. El poemario que abordo es De sueños azules y contrasueños que está editado por Casa de las Américas en La Habana, Cuba. Muchos críticos lo posicionan como un referente que inicia lo que más tarde se va a llamar una “generación de poetas mapuche”. Y el caso de Liliana Ancalao en Argentina, es una exponente de la escritura mapuche y un claro referente para la poesía del sur.
P. La pregunta acerca de los tiempos de las producciones está dirigida a que me cuentes ¿cuánto de lo hallado tiene que ver con lo tradicional y cuánto con el tiempo presente?
R. Si te referís a lo ancestral o lo contemporáneo, quizás en la escritura de Elicura Chihauilaf, lo que veo está anclada en algo ancestral, en tanto mantiene una memoria viva. Uno puede ver como el hablante poético configura todo un universo de saber, cultural. También en el caso de Liliana Ancalao, aunque creo que ella tiende más lazos con una contemporaneidad; por ejemplo en el poema pu zomo wekuntu mew o mujeres a la intemperie habla de los pies de las mujeres que reactualizan esas pisadas de las madres que arreaban chivas en Cushamen. Quizás los poemas de Liliana, analizados en este libro, muestren más un anclaje contemporáneo respecto de esos temas; pero los de Elicura Chihauilaf también pasan por allí, quizás no tanto este poemario que abordo, aunque en otros poemas si lo hace en este traslado de las comunidades a las ciudades. Este puede ser polar, pero se termina integrando en un mismo sujeto poético.
P. ¿Qué papel juega la conquista que, quizás puede estar lejos en el tiempo, pero cerca en esta vivencia comunitaria a la que te referís?
R. La conquista o la occidentalización de América y, principalmente, la mal llamada “pacificación de la Araucanía” o la mal llamada “conquista del desierto”, en nuestro caso, es un tema latente, trascendental y que nunca va a agotarse. Siempre aparece en la poesía mapuche porque es una herida abierta. Hay un texto muy lindo de Liliana Ancalao que se llama eso es lo que é, que hace referencia al relato de Félix Manquel, en el que cuenta como arreaban el cuerpo del indio hacia afuera de la Patagonia. Ella lo lee en el 2010, cuando la invitan a una mesa sobre el Bicentenario de la Independencia de Argentina; en ese texto aparece claramente esta idea de herida abierta. Se está esperando el pedido de perdón, una justicia. Ese tema está, no es pasado.
P. El libro tiene una sección llamada “conversaciones”, una posibilidad que se da a partir del trabajo con poetas contemporáneos, ¿qué información te aportó a esta visión general de los autores?
R. Me aportaron mucho, es muy importante poder hablar con los creadores. No tanto para que nos expliquen de qué trata tal poema sino sobre cuestiones que van más allá de su lugar el mundo, su papel en la literatura o sobre la creación poética, así como la problemática que atraviesa al pueblo mapuche. Me ayudó a entender esas reflexiones sobre la poesía como una praxis vital, que la tienen todos los poetas, pero que en el caso de la poesía mapuche quizás está más latente. Por caso, el tema del territorio o el de la lengua; ¿qué pasa con eso?, ¿somos una nación mapuche o somos argentinos o chilenos?. Todas esas cuestiones hacen a la figura del poeta y a sus opciones por tal o cual escritura.
P. Y de allí deviene en parte el nombre de tu obra: La morada incómoda.
R. El nombre se lo debo enteramente a mi directora de tesis la Doctora Laura Pollastri, que trabaja en el Departamento de Letras de la Facultad de Humanidades de la UNComahue, además es la directora del Centro Patagónico de Estudios Latinoamericanos, es un lugar que concentra sus investigaciones en la literatura contemporánea del sur. La línea iniciada por Pollastri se orienta a la poesía contemporánea, la narrativa breve. El título es su creación que, además de muy bello, es muy condensador de esa morada incómoda, de ese lugar que refugia, que contiene a ese huérfano de por sí, que es el poeta mapuche, ese doble del wakcha andino, el que no tiene comunidad en la cual guarecerse; la poesía es una morada, es un lugar donde alojarnos y, por todo esto, también es incómoda.
Párrafo seleccionado por la autora
En 1968, José María Arguedas recibió el premio Inca Garcilaso de la Vega y pronunció para la ocasión “Yo no soy un aculturado” (Arguedas 1983 [1968]: 13 – 14), discurso que ocupa un lugar relevante en su producción. Allí, el poeta bilingüe manifiesta una vez más su pertenencia al gran pueblo indio, la nación acorralada, así como al hondo dolor y regocijo que ello atañe: “A mí me echaron por encima de ese muro, un tiempo, cuando era niño; me lanzaron en esa morada donde la ternura es más intensa que el odio” (1968). Desde entonces a esta parte, la poesía en lengua originaria ha cobrado una relevancia sobrepuesta a cierto paternalismo evidenciado por algunas publicaciones –sobre todo antologías que exhiben un corpus en función de una etnia más que en función del valor poético. Esta escritura producida por poetas que se asumen como miembros de los pueblos originarios, muchas veces bilingüe, se vuelve reducto o trinchera donde se mantiene viva la lengua al mismo tiempo que se reinstala en la ciudad letrada la figura del otro ahora escritor (Cárcamo-Huechante 2012: 38).