El destino de «Huepe» se escribe todos los días, como en esas páginas escolares que los padres revisan al caer la tarde. Hace 19 años, en Aluminé, provincia de Neuquén, nació Hue Peutun Rayen Antiñir (Flor de un nuevo sueño). Hoy cursa con un gran esfuerzo el primer año de abogacía, aunque este desafío personal comenzó cuando era muy niña, a los 10 años. Fue alrededor de 2005 o 2006 en que una situación familiar y de la comunidad en que vivían, Ragin-Ko, cerca de Senillosa, marcó su vocación.
No fue su problema de salud (disco fisurado), este se produjo en la primaria. Lo relata así: «Fue algo tonto, haciendo lo que siempre hacía. Mi padre se encontraba afuera, en el campo, y salimos con mi madre (quien sufre de asma), cuando empezaba a caer lluvia/nieve. Traía un atado de leña al hombro y al dejarlo sentí un tirón en la espalda y no pude enderezar mi cuerpo. Durante un buen tiempo quede postrada en la cama sin poderme levantar».
El daño sufrido obligó a su familia a recorrer varios hospitales y consultar a numerosos médicos de Aluminé, Zapala, Neuquén y Cipolletti, en donde le realizaron múltiples estudios de alta complejidad. «Uno de los médicos me aconsejó que dejara de estudiar, de hecho hubo momentos en que no podía moverme por mis propios medios. Sin embargo, esta ‘recomendación’ fue rechazada por mi familia, mis padres dijeron no, que de la forma que sea iba a seguir». Así terminó la primaria y la secundaria, «conviviendo» con la enfermedad.
El episodio que ocurrió en la comunidad tuvo como protagonistas a funcionarios del gobierno provincial, quienes se presentaron con un proyecto destinado a purificar el agua, en una zona de canales de riego que explotaba la comunidad. El intento oficial de compra se contaminó con la irrupción de algunos lugareños que realizaron amenazas con uso de armas de fuego y la situación se complicó al extremo.
El conflicto afectó a las tres familias que formaban la comunidad, quienes, sin buscarlo, se vieron enfrentadas con familiares de residentes en la zona aunque no de la propia comunidad. «Hasta ese momento éramos autónomos –recuerda Huepe–, la familia trabajaba con máquinas en un proyecto productivo de alfalfa, la que se procesaba hasta producir y vender el fardo».
Allí nació su deseo de estudiar derecho, cuando tenia alrededor de 10 años pensó que ser abogada, conocer más las leyes, la Constitución, y saber como actuar frente a situaciones como las que le tocó vivir con su familia. El recuerdo que tiene de aquel momento es el de una familia que se disgrega, unos se fueron a la ciudad de Neuquén y otros a Senillosa. Sus padres y su abuela se quedaron en Aluminé, en una casa prestada por miembros de una comunidad ubicada en un paraje cercano, llamado Epu Pehuen (dos araucarias).
En este lugar estuvieron un año, luego se fueron a vivir a Aluminé, en donde sus padres fueron convocados a integrar la junta vecinal. Se les reservó un lote cercano a la población, en un asentamiento que hoy se llama barrio Intercultural y que en agosto pasado cumplió nueve años, en donde viven personas de etnia mapuche y no mapuche.
El desarraigo que le provocó el primer cambio de residencia fue un golpe muy fuerte; a su hermano, que hoy tiene 14 años, lo afectó psicológicamente. A Huepe le dolió, pero pudo, sino superarlo, manejarlo mejor, «es como que estaba acostumbrada», tal vez por ver el esfuerzo que hacían sus padres por salir adelante.
«En la FADECS fui bien recibida –recuerda–. Me costó bastante alejarme de mi familia aunque estaba decidida a estudiar». En marzo de este año ingresó a la residencia estudiantil, una ayuda que le resuelve desde lo económico un aspecto muy importante como es tener donde vivir.
En su acceso junto a otra joven a la carrera de Abogacía, la trabajadora social Mariela Pérez, del Área de Bienestar, les presentó a los antiguos ocupantes. Les explicaron que iban a tener que convivir con cinco chicas más, hoy son seis, y que «tendrían que arreglarse. La convivencia es relativa –afirma con sonrisa pícara– no hacen muchas actividades en conjunto, aunque por ahí se organiza una cena y estamos todas juntas».
Como a otras estudiantes novatas le costó muchísimo adaptarse. Sin haber adquirido, durante la primaria y la secundaria, el hábito de sentarse a estudiar «hoy siento que tengo que empezar a independizarme. Antes mis padres me guiaban, me indicaban por donde ir. Hoy me estoy organizando mejor».
No escapa al relato habitual, que habla de la «sensación» de que se junta todo y es preciso mantener uno mismo el control de las cosas. En esa necesidad de aclimatarse, el curso de adaptación aparece como una herramienta útil. Una vez superada esta etapa, se empieza a sentir el gusto por el ambiente universitario y tomar contacto con materias como Derecho Romano, la base de donde nace el derecho; es muy llevadera y con una profesora, Alicia Ares Nogueira, que «explica muy bien».
El tratamiento mejoró su calidad de vida aunque todavía le cuesta mantenerse mucho tiempo en las cursadas, gracias a la medicación puede soportar los fuertes dolores. Además, sabe que debe mantenerse relajada y no sufrir tensiones innecesarias. Para ello «tuve que dejar algunas materias, y no exigirme tanto. Me pasó que tenía como prioridad el estudio y estaba descuidando mi salud». Hoy Huepe puso en primer orden su bienestar general y encontró allí la posibilidad de continuar las cursadas «a mi ritmo y la estoy piloteando bastante bien» –sostiene esperanzada.