El 25 de mayo de 1810 no fue solo un cambio de autoridades: fue el inicio de una transformación profunda, impulsada por la convicción de que un pueblo podía gobernarse a sí mismo. Aquel proceso, forjado entre debates, tensiones y esperanzas, expresó el deseo colectivo de romper con el orden colonial y trazar un camino propio hacia la soberanía.
La Revolución de Mayo inauguró una nueva etapa en la historia del Río de la Plata. Sentó las bases de un proyecto político y social en el que la voluntad popular se erigió como principio fundante, y la construcción de una identidad nacional comenzó a cobrar forma.
A más de dos siglos de aquel acto fundacional, su legado nos interpela: consolidar instituciones que afirmen la libertad, la justicia y la autodeterminación, en un presente que exige memoria, compromiso y futuro.