La disociación entre el personaje y la persona que se manifiesta en la actuación, como gran paradigma, es fácilmente reconocible en el caso de Nacho Gadano. El actor, nacido en Roca, supo consolidar un espacio propio y fácilmente identificable alrededor de su figura, en el multifacético y superpoblado mundo de la actuación.
El sábado 7 de diciembre, en una nueva entrevista colectiva de la Diplomatura en Periodismo de Cultura y Espectáculos, el actor que es «el Zonzini» de la película Nahir, «el Turco» de Monzón, la serie de TV, o, en sus inicios, el «Martín» en la tira Alen luz de luna, mostró su parte humana, su amabilidad, su entrega genuina a una conversación en la que durante unas tres horas, habló de todo: sus inicios, su formación, la carrera y las exigencias del oficio en la era de inmediatez, comandada por las multiplataformas. También de la actualidad sociopolítica.
Confirmó así la semejanza entre la construcción de una carrera actoral y un gran edificio: hay cimientos, pilares, paredes. «Hay voluntad y decisión», dijo. También hay algo especial, no siempre perceptible: talento. Ese brillo que rodea al personaje cuando el actor toma la escena. Aunque Nacho Gadano descree del «virtuosismo del talento». Confía más en la destreza que otorga la formación ya sea en el canto o la actuación. Y en crecer, creando redes.
«En la cultura entramos todos» dijo, mientras recreaba una foto que tuvo lugar la semana pasada frente al teatro San Martín de Avenida Corrientes con el icónico Arnaldo André de un lado, y el prestigioso Osmar Nuñez del otro. Al medio, él, que puede iluminar la noche con su sonrisa, esa que le dio entrada al maravilloso mundo del espectáculo, y sostenerla hoy, cuando ya es un actor prestigioso y consagrado.
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